sábado, 28 de marzo de 2020

NUEVO URBANISMO Y VIVIENDA

Las viviendas del futuro deberían estar acondicionadas a las necesidades en casos de emergencia. Se debe prever el peor escenario. Ahora que nos ha sorprendido la crisis del COVID-19, las siguientes ideas no deberían caer en saco roto, especialmente habría que repensar la ampliación de Chamartín:

- La arquitectura y el urbanismo deben obedecer a los principios de la razón, que deben ponerse al servicio del ciudadano para garantizarle la máxima seguridad y bienestar. No se pueden escatimar recursos a la hora de construir nuevos espacios y viviendas. No debe considerarse una actividad especulativa y el beneficio de quienes ejercen esta actividad ha ser parejo al de la media del resto de oficios, de forma que se garantice un equilibrio de salarios y nivel de vida de todos los ciudadanos, siendo ideal aquella media que se considere no solo básica ni digna, sino plenamente satisfactoria dentro de cierta contención material. 

Un modelo que podría servir de inspiración es el de Arturo Soria y su Ciudad Lineal, aprovechando, además, todas las mejoras que el paso del tiempo y los nuevos conocimientos han traído al conjunto de disciplinas. Así, los edificios de viviendas no deberían superar las cuatro plantas, siendo recomendable que no compartieran cada una de ellas más de dos familias, y habrían de contar con un pequeño espacio ajardinado. Todos los bloques de viviendas dispondrían de garaje y amplio cuarto trastero para cada vecino.

- Un cuarto de baño completo por cada dormitorio de la vivienda (y uno más de cortesía para las visitas), esto es, con ducha y bañera, pila, inodoro, bidé, armario, espejo y luz. 

- Todas las habitaciones deben ser exteriores y espaciosas. 

- Ancho de puertas y pasillos suficiente para el acceso de camas de hospital y mobiliario, y, por lo menos, un acceso amplio desde el exterior (ventanales, balcón, etc.) para personal sanitario, bomberos, policía, servicios de mudanzas, etc.

- Implantación obligatoria de suelos de cerámica, mármol o un material equivalente que permitan una fácil limpieza y desinfección.

- Una habitación destinada a despensa y botiquín, y otra a lavandería (lavadora, opción de secadora, espacio para planchar la ropa limpia y tendedero).

- Aislamiento acústico y térmico de las viviendas para evitar molestar a los vecinos y garantizar el máximo aprovechamiento de la energía, poniendo especial atención a las necesidades en las dos estaciones del año: que en verano refresquen y en invierno calienten.

- Aprovechamiento de la energía solar y compost. 

- Los negocios, lugares de ocio y oficinas no deberían ubicarse en la planta baja de los edificios de viviendas, siendo preferible que estos ocupasen un espacio propio estratégicamente dispuesto para facilitar el desplazamiento a pie de los vecinos y evitar grandes aglomeraciones. 

Sería deseable que los lugares de trabajo no quedasen demasiado lejos de las viviendas y que cada barrio contase con una amplia oferta de establecimientos dispuestos para suministrar los bienes y servicios de demanda principal: farmacias, librerías y prensa, abastos, ropa, salas multiuso (cine, teatro, música...). 

Los colegios, hospitales, gimnasios y bibliotecas deberían cubrir con creces las necesidades de los habitantes, siendo imprescindible que, en caso de emergencia sanitaria, los hospitales, parques de bomberos, policía y servicios de mantenimiento comunitarios respondieran sin difiultad ante cualquier situación extraordinaria. Para ello se debería crear un impuesto especial, por ejemplo, el equivalente a un día de trabajo a la semana, garantizádose los fondos suficientes que cubrieran todos los gastos. 

- Aceras anchas, bien pavimentadas, sin árboles que obstaculicen el tránsito o levanten el suelo y provoquen constantes averías en el suministro de agua y gas. Las zonas ajardinadas, las alamedas y los parques podrían cumplir esa función. 

- Fomentar el desplazamiento por la ciudad en bicicleta destinando dos carriles por cada sentido en todas las calles.  Impulsar un transporte público puntual, seguro, limpio, eficiente y mucho más económico durante las 24 horas del día.

Nunca habrá suficientes médicos ni científicos, créanme. Esa es la gran transformación que debe hacer hoy España: una serena transición hacia un modelo de sociedad más equitativo y próspero, preocupado por asegurarse que la formación académica, el respeto al prójimo y el desarrollo científico se antepongan a los intereses que preocuparon al país anteriormente. Pronto dejaremos de aplaudir a nuestros auténticos héroes desde el balcón. Es hora de valorar ese protagonismo y concederles nuestro mayor apoyo. Que sean, al fin, capaces de hacer todo lo que han soñado conseguir si tuvieran mejores oportunidades, más financiación, una garantía duradera por parte del gobierno; el respaldo, agradecimiento y admiración de la sociedad.

Por todos nosotros, exijamos un lugar donde vivir mejor sea posible. 



martes, 24 de marzo de 2020

MEDIDAS PARA EL CAMBIO

Estimado lector:

Hay que tomar medidas para evitar otra situación como la provocada por el Coronavirus. Pensemos que la siguiente crisis podría ser mucho peor. Debemos replantearnos bastantes cosas. En lo que respecta al ámbito de la librería, lo vamos a ir viendo poco a poco en este blog. Puedo apuntar ya varias actuaciones que se irán desarrollando en futuras entradas:

- Uso preferente de la tarjeta de crédito. Es más práctico, higiénico y seguro que el pago en efectivo. 

Tiene claros beneficios a efectos de transparencia laboral y fiscalidad. Por supuesto, los bancos deben arrimar el hombro y poner su granito de arena, por ejemplo, dejando de cobrar comisiones (sugerencia: destinen sus beneficios a contratar más empleados, por ejemplo, para atender mejor en la caja y agilizar los trámites, ofrecezcan horarios más flexibles y pongan a disposición de sus clientes sucursales "de guardia" para cada distrito todos días del año a cualquier hora del día... un cajero es a la banca lo que un buzón a una oficina de Correos: todos queremos ser atendidos por una persona).

- Concienciar al cliente de que un negocio no es una extensión de su casa y que debe mantener unas normas básicas. 

Que los trabajadores se encuentren a su disposición no les autoriza a tomarse confianzas con ellos ni a abusar de su tiempo; tampoco les permite hacer lo que se les antoje: entrar con animales, comer y beber dentro del establecimiento, no respetar las zonas privadas, despreocuparse de sus hijos (lo que provoca accidentes que podrían evitarse), molestarse con los empleados si se les llama educadamente la atención, abusar de su tiempo de trabajo con conversaciones que exceden la cortesía en la relación con el cliente, no respetar los turnos y avasallar al empleado... Se trata de recuperar esos valores cívicos que tan bien conocían nuestros mayores. Buscamos la convivencia, que exige de nosotros tolerancia y respeto a las normas. 

Si tocan los libros con las manos sucias, ¿no se dan cuenta de que pueden contagiar a otros? ¡La suciedad y los virus se quedan en las superficies después de que ustedes las hayan tocado! ¿Comprenden el valor de lavarse las manos? Por poner un ejemplo, ¿qué hace un niño tirado en el suelo de una tienda o de un centro comercial dando vueltas y rodando sin parar? Las croquetas, por favor, déjenselas a Casa Labra, y el mantenimiento de suelos, al servicio de limpieza. Son niños y nos encantan, pero deben venir de casa bien educados y han de ser controlados por adultos responsables en todo momento. 

Lo mismo se podría decir de las personas que entran comiendo o con las manos embadurnadas de crema. ¿No entienden que sus dedos están manchados de grasa y que las huellas que dejan en los libros no se pueden limpiar y nadie va a querer comprarlos luego? Ese comportamiento insolidario afecta al bolsillo de otro. 

Hay clientes que entran acatarrados, tosen al aire mientras hablan (cuando no lo hacen a la cara del dependiete) y así multiplican el riesgo de contagiar a los demás. 

El tema de las mascotas y algunos de sus dueños roza la locura. Quizá para otra entrada... Solo un par de preguntas. ¿Han pensado que al dueño del establecimiento y/o a uno o varios trabajadores (extensible a los clientes) no les gustan los perros? ¿Es que pasa algo malo por ello? ¿No se dan cuenta de que están eligiendo al animal antes que a un ser humano? ¿Qué si sufren una alergia de contacto? Se las llama de contacto por algo; esas personas tuvieron mascotas, pero desarrollaron alergias y/o enfermedades. ¿Saben qué es la hidatidosis? Besarle la boquita al animal que ha estado olfateando orines, culos y heces, y compartir cubiertos y dejarse lamer... luego tiene consecuencias. ¿Qué si desarrollaron fobias? ¿Saben cuántos ataques de perros sufren los españoles al año, incluyéndose víctimas mortales? ¿No imaginaron que los trabajadores ignoran si el animal está limpio y vacunado? ¿Les gustaría a ustedes que los que entran en el vagón del metro o en el autobús se sacudieran? ¿Por qué creen, entonces, que nos debe hacer gracia que se sacuda su perro? ¿Podría ser agresivo y morder a alguien, por ejemplo, a un niño que jugando le pise la cola? Padres que sueltan a sus hijos y dueños de perros ¿van viendo el peligro? ¿No lo pensaron? ¿Por qué? ¿En quiénes piensan entonces? En ustedes. Solo en ustedes. En los demás no. Los demás, pues eso, somos muy malos y exagerados. Afortunadamente, la gran mayoría de clientes que tienen mascota no ignoran su responsabilidad y respetan a los demás. Gracias. Gracias y mil veces más gracias. No escribo sobre ellos, que saben bien cómo hacer las cosas correctamente. Que le pregunten a Almudena lo que lleva en dinero y sufrimiento con su labor de rescate. La de animales moribundos a los que habrá dado un final digno, atención veterinaria y cariño personal en el peor momento, el amor que toda forma de vida demanda... A Ignacio, que nunca entra con su perrita, pero sobre la que hemos hablado tanto y nos hemos echado tan buenas risas... A Ramón, comercial de un grupo maravilloso cuyo nombre no diré aquí porque no procede, al que no se le ocurre venir con su perro a presentarme las novedades del próximo mes... A mis vecinos, que no se separan de su perro Harry ni cuando la enfermedad lacerante que sufre acecha al pobre animal, y este sale tan digno y orgulloso a darse una vuelta con la familia... A Susana, que debe de tener la mejor colección en España de libros sobre gastronomía escritos en inglés, que me deja a su simpática perrita fuera (para gran pesar mío): no he conocido a un animal más adorable que ese en mi vida... Y tantos otros... Me refiero al que deja los excrementos repartidos por la acera, al que se enoja con los demás y no reconoce sus errores, a quien desprecia a un semejante solo porque no comparte sus gustos, al que busca la confrontación...

En definitiva, nuestra insolidaridad y falta de respeto son el problema. Creer que "yo hago lo que me da la gana" es gratis, efectivo y no tiene restricciones ni consecuencias para los demás. Ahora piensen en el Coronavirus y apliquen esa filosofía. ¿Se va entendiendo mejor?

- A todos nos agrada hablar. En las librerías y con algunos libreros, especialmente. Nosotros también lo valoramos. Es la parte más bonita de nuestra profesión: el contacto con el cliente, que se convierte en amigo con el paso de los meses. 

Precisamente como amigo suyo, hay que pensar en él. El librero -y esto se aplica a cualquier otro profesional- está en horario de trabajo. Generalmente, siete u ocho horas de cara al público casi todos los días del año sin ceder al desaliento y sin excepciones... Hay que sumar el tiempo que dedica al mantenimiento del local, al almacén, a los comerciales, a los asuntos administrativos... El librero hace de su negocio su primera vivienda, confunde oficio y vida. Por favor, seamos comprensivos con estas personas que generosamente dedican su tiempo a los demás. Está bien charlar un rato, pero no podemos acaparar su atención y debemos saber despedirnos pasados unos minutos. Dejen que atienda al teléfono, que saque los pedidos de las cajas que han entregado los proveedores, que hagan uso del lavabo, que se despejen cinco minutos tomando un café con el vecino, que también tengan un rato para leer, para limpiar los muebles y estanterías... Compartan su tiempo, pero no secuestren y roben el del otro. Especialmente ahora que sufrimos las consecuencias del Coronavirus, hay que aceptar esta triste realidad y mantener cierta distancia social, que no implica frialdad con los demás, sino un trato igual de cariñoso pero más ágil. Cuanto menos expongamos al trabajador más lo alejamos de que enferme con una grave carga viral. Su comprensión, querido lector, salva vidas. Recordemos que todos somos vulnerables. Quien trabaja en un negocio tiene que cerrar en algún momento y convertirse él en cliente. La clave es siempre la misma: no hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a ti. 

- Posiblemente sea necesario el uso de guantes y mascarillas en los próximos meses. Tal vez nos restrinjan el movimiento dentro de los establecimientos y debamos recoger nuestros pedidos casi desde la calle, especialmente en tiendas pequeñas. Habrá que mantener una distancia entre todos y puede que se nos impida pasar si hay más de dos o tres personas dentro del negocio. Van a rogarnos que dejemos el patinete fuera, que no accedamos con animales. Incluso algo muy doloroso: que nuestros menores no entren para evitar que puedan contagiar a un mayor que está comprando su libro en ese momento. Lo hacen pensando en el bien de todos. Son medidas necesarias, no caprichos molestos que se aplican sin sentido. Yo mismo tengo la piel de las manos muy seca y algo descamada por el uso constante de geles desinfectantes. ¿Saben lo difícil que es empaquetar un libro para regalo usando guantes? Se hará lo que haga falta. Todo no es suficiente para nuestros clientes, pero también hay que ponerles límites a nuestros derechos cuando las circunstancias lo aconsejan. No caigamos en el vicio del abuso, no confundamos -como suele decirse- libertad con libertinaje.

Solo es libre aquel que es responsable. La convivencia exige atención, sacrificio, concesiones... Entre todos vamos a construir una sociedad mejor. Tomemos las medidas necesarias.

Un saludo a todos.

lunes, 23 de marzo de 2020

LECTURA A TRAVÉS DE SKYPE

Estimados lectores:

¿Quieren saber cómo se enseña la asignatura de Literatura en los colegios de España? El profesor saca el libro, que es un vago compendio historicista de nuestra literatura nacional, y manda leer a sus alumnos el texto. Así van desde la Edad Media hasta nuestros días, viendo época tras época y familiarizándose con una imprecisa descripción de las características principales de cada movimiento y de la vida y libros de sus autores más destacados. ¿Qué leen entre tanto? Prácticamente nada. ¿Para qué les sirve a los niños esto? Absolutamente para nada. Es como dar clases de pintura a los que no ven y lecciones de música a los que no oyen. También se les inicia en los géneros literarios y se les da una serie de esquemas con las particularidades de cada uno. Así luego hacen comentarios de texto, fijándose bien en que todo lo que han aprendido se pueda aplicar a los textos analizados; es decir, como si fueran plantillas que deben superponerse a los escritos y encajar a la perfección. Qué bien amaestrados. Así terminan unos la ESO y otros el Bachillerato: sin saber hacer la o con un canuto.

Pues bien, ahora que los chicos disponen de tanto tiempo en casa, y suponiendo que la mayoría de ellos estudian con una tableta o pueden usar un ordenador para ellos (igual estoy suponiendo demasiado), ¿qué mejor ocasión para organizar grupos de lectura por Skype o WhatsApp? 

Algunos clientes me dicen que sus hijos dedican su tiempo libre a la lectura, que deberían relacionarse más con otros chicos de su edad, pero que, desgraciadamente, no conocen en el colegio a otros con similares gustos. Normal. España no es un país que destaque por su infinito amor a la lectura. Ahora bien, aquí es donde entra en juego el librero, que escucha con atención a todos ellos y constata la dramática situación que viven los más avanzados entre nuestra juventud. Bueno, ¿por qué no ponerlos en contacto? Mejor ocasión que esta... 

En dos días se ventilan una obra de teatro. Lo mejor de todo es que luego pueden comentarla... ¿Están con el Barroco? Pues que lean La vida es sueño o El alcalde de Zalamea, por ejemplo. ¿Acaban de ver la Generación del 27? Ahí tienen todo el teatro de Lorca. ¿Prefieren una obra que no esté en el temario? Hay miles de textos esperándolos: desde Aristófanes hasta Arthur Miller.

Solo tienen que fijar una cita, repartirse los personajes que intervienen y empezar. No necesitan que nadie les tutele. Sus hijos NO SON TONTOS y APRENDERÁN SOLOS. Si les gusta la idea, pero no pueden organizarla con compañeros de clase de sus hijos, mándenme un correo electrónico a la librería y veré si puedo ponerles en contacto con otros padres en una situación similar.

Todo esto se puede hacer con narrativa y poesía, incluso formar un club de lectura online (de cine, de música, de dibujo...). Lo bueno de internet es que pone en contacto a la gente. Lo que quiera hacer cada grupo es decisión solo suya.

sábado, 21 de marzo de 2020

RETRACTILADO DE TODOS LOS LIBROS COMO MEDIDA DE HIGIENE

Estimados lectores:

Tal y como se anunció en la entrada anterior, iniciaremos ahora una serie de indicaciones que podrían seguirse en lo venidero para mejorar el servicio de los libreros a sus clientes y también como pautas para una nueva relación entre estos y aquellos.

Empezaré escribiendo sobre la importancia de proteger los libros y qué medidas se podrían adoptar para lograrlo. 

Muchas veces me han preguntado por qué dedico tanto tiempo y esfuerzo a proteger los libros con un film transparente. El papel celofán, que el librero puede adquirir en bobinas a un mayorista especializado, no resulta difícil de encontrar y tampoco implica un tremendo desembolso para su bolsillo. Existen varios tipos, pero en la librería Lucense, de todos los disponibles que conocemos, empleamos solo el de mejor calidad. Cada libro se empaqueta a mano y muchas veces se limpia antes con alcohol. Los que son habituales de la tienda lo saben. Se hace con cariño pensando en ellos.

Habrá quien sugiera que el celofán es un plástico y que no es ecológico. Seguramente sepa que, en realidad, se trata de un derivado de la celulosa, presente en todo el planeta. No obstante, hoy se ha sustituido por un derivado del petróleo, similar en aspecto y mucho más económico, aunque tóxico: el polipropileno. Así que aceptamos el reproche. Por nuestra parte, reciclamos hasta el último pedazo sobrante y apostamos por métodos más ecológicos. Sería tan sencillo como volver al celofán auténtico que se ha usado siempre. La rentabilidad e intereses de las grandes empresas suelen darse de bofetadas con el sentido común, siendo todos los que pagamos las consecuencias de la mala conciencia de unos pocos. Si algún lector pudiera informarnos de un método mejor, estamos más que abiertos a escuchar sus sugerencias.

Los libros, al igual que sucede con otros bienes de consumo, deberían venir perfectamente protegidos de los almacenes. He visto en internet algunas librerías de Hispanoamérica y de Japón: todos sus libros presentaban un retractilado de origen. Me sorprendió y me agradó al mismo tiempo. Así debería ser en todo el mundo, principalmente por dos razones:

- La primera, para garantizar al cliente que está adquiriendo un producto realmente a estrenar. Si uno paga 20 euros por un libro quiere que cada céntimo del total lo merezca. Debe estar protegido del polvo y la suciedad que se origina en la estantería, pero también de las manos de clientes que tocan los libros, unas veces sin el debido respeto y delicadeza, otras con las palmas y yemas de los dedos manchados de grasa, sudor y suciedad en general. ¿Cuántos gérmenes puede contener una mano que no se ha lavado desde hace horas y que ha tocado decenas de barras de transporte público, pomos, dinero, etc.? Eso sin contar las carencias de higiene personal. Confio en que todos, a partir de ahora, habremos aprendido a lavarnos las manos (y correctamente) y habremos tomado conciencia de lo importante que es hacerlo antes y después de usar el cuarto de baño.

- La segunda, evitar que los libreros descuidados (y, en especial, las grandes superficies) devuelvan ejemplares manoseados y en mal estado. Esta es la práctica habitual en muchas librerías de España, y debe acabarse ya. Existe una oferta excesiva que no se ajusta a la realidad: no se puede leer tanto como se imprime. ¿Resultado? Los libreros nos pasamos el día sacando libros de cajas, cambiando las novedades recientes y sustituyéndolas por otras más actuales. ¿Adónde van a parar los libros que sacamos de las mesas y estanterías? Casi siempre a los almacenes, que sin el debido cuidado, ponen de nuevo en circulación. Permítanme una anécdota que servirá de ejemplo... La ley dice que debemos indicar el precio en todos los productos que destacamos en el escaparate. En Lucense ningún libro expuesto a la calle se coloca sin su correspondiente celofán, y sobre esta película se añade una pegatina con el precio. Puedo constatar que, en una ocasión, nos llegó un libro que nosotros habíamos devuelto a la editorial. Por error, no habíamos retirado el precio con el nombre de la librería, y del almacén nos llegó con un retractilado sobre el film que nosotros ya habíamos colocado en su día (por cierto, ¿se puede retractilar un libro que ya ha sido abierto? ¿No estaba prohibido?). Generalmente, pensando en el bien ajeno, devolvemos los libros con nuestro propio celofán. Intentamos que salgan de nuestro almacén en mejores condiciones que nos han llegado. Así debería ser siempre y sin excepción en todas partes. Pues bien, ¿quién había comprobado nuestra devolución? ¿Quién había pasado ese libro por la retractiladora? ¿Quién lo había introducido en la caja que nos llegó después? ¿De verdad nadie comprobó que el libro tenía en la portada el nombre de nuestra tienda? Esto es simple y llanamente inadmisible.

Una alternativa al plástico sería empaquetar todos los libros y presentarlos en una cajita de cartón donde solo figurasen el título, el autor, la editorial, el PVP y un código de barras. La pregunta es, se protejan los libros del modo que sea, ¿cómo pueden los clientes ver los libros? Se me ocurren varias respuestas... 

La primera, que las editoriales nos ofrecieran a un precio simbólico un ejemplar que se destinaría a "libro de muestra". Toda la librería visible se formaría con estos volúmenes que, pasado un tiempo, podrían venderse por un importe similar al de compra. De tal modo, nadie perdería: ni los proveedores ni los vendedores. Volviendo al ejemplo del libro de veinte euros. La editorial o el distribuidor podrían ofrecerlo a la librería a precio de coste y el librero, para no perder, más adelante decidiría si lo ofrece por el mismo valor a aquellos que no tuvieran reparo en llevarse a casa un ejemplar, digamos, seminuevo por muy poco dinero (por ejemplo, unos seis euros), o bien hacer con él lo que se le antojara. Dicho de otra manera: todo el stock al alcance de los clientes serviría de muestra y quienes quisieran adquirir un libro en particular solo tendrían que pedírselo al responsable de la tienda. Este lo sacaría del almacén y listo: el cliente se llevaría a casa un libro en perfecto estado. Lamentándolo mucho, me temo que nunca pasará eso. Los que toman las decisiones en las editoriales parecen no están por la labor. 

La segunda, que lo consultasen en las páginas web de las editoriales. Hoy se ofrecen primeros capítulos de muchos libros, especialmente de las novedades. También podrían dejarse asesorar por los libreros, por el boca a boca o también por los suplementos culturales de la prensa y las revistas especializadas en literatura. Lo mismo sucede con las películas y la música, y nadie se escandaliza de que nos las vendan bien precintadas. Con los juguetes sucede lo mismo. Ni qué hablar de los productos de alimentación o los fármacos, por sugerir dos ejemplos más.

¿Qué pasaría con las devoluciones de los clientes? Muy sencillo: libro abierto, libro que no admite devolución (salvo que presentara defectos de imprenta). No creo que mucha gente protestase. A la larga nos concienciaríamos todos y saldríamos ganando. 

Como conclusión, los libros deben protegerse y llegar al cliente en perfecto estado. Un simple film protector no le costaría nada a la editorial y el lector se llevaría a casa un libro en inmejorables condiciones, que es lo suyo. Si no revertimos la tendencia actual, muchos lectores van a dejar de comprar libros de fondo asqueados por el estado que presentan y algunos libreros, yo incluido, nos vamos a olvidar de comprarlos. En Lucense solo queremos lo mejor para nuestros clientes y así lo exigimos, que bien caro lo pagamos y bien caro les cuesta a ellos. La cultura, desgraciadamente, es cada día un bien al alcance de menos personas. No debería ser un privilegio. Claro que, con la que está cayendo, va a ser difícil encontrar una librería abierta dentro de unos meses...

miércoles, 18 de marzo de 2020

CIERRE TEMPORAL

Estimados clientes, amigos y vecinos:

La librería Lucense, siguiendo las instrucciones del Gobierno de España, permanecerá cerrada mientras dure la crisis sanitaria provocada por el Coronavirus (COVID-19). 

Nos sumamos al sentir mayoritario de la sociedad y repetimos el siguiente eslogan: salvo fuerza mayor, QUÉDATE EN CASA.

Aprovecharemos este tiempo para escribir varias entradas en el blog, unas veces como sugerencias literarias, otras para apuntar una serie de medidas necesarias para evitar otra situación como la actual.

Con los mejores deseos para todos ustedes/vosotros,

La dirección